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REOJOS

EDUARDO MILÁN





Eduardo Milán es uno de los más prestigiosos críticos y poetas en lengua castellana, nacido en Rivera, Uruguay, en 1952, vive en México desde 1979. Ha publicado entre otros muchos libros, Estación, estaciones, Nervadura, Cuatro poemas, Errar, La vida mantis, Nivel medio verdadero de las aguas que se besan, Circa 1994, Son de mi padre, Alegrial, Razón de amor y acto de fe o Acción que en un momento creí gracia. Su labor como crítico literario está vinculada a revistas como Vuelta, dirigida por Octavio Paz. Como ensayista y antólogo ha publicado los libros Una cierta mirada (UAM, México 1989, Justificación material (FCE, México, 2004) o Pulir Huesos (Galaxia Gutemberg 2007). En 1997 obtuvo el importante Premio de Poesía de Aguascalientes.





ENTREVISTA


Parece ya aceptado en esta época que la poesía es una excrecencia marginal de la cultura. Lo que antiguamente era uno de los ejes esenciales del sistema de valores, ya no sólo estéticos, sino en gran medida también sociales, se ha convertido en una actividad para excéntricos que paradójicamente no ha perdido un ápice de prestigio. Es decir, cuando por ejemplo se quiere alabar enormemente a un cineasta, a un jugador de fútbol o incluso a un vendedor, se dice “Es un poeta” ¿Por qué crees que se da esta paradoja?


No sé si “excrecencia” sería la palabra para designar a la poesía en esta época. Si lo fuera, comprometería en su uso a las distintas instituciones que reniegan de su carácter institucional de excrecencia e insisten en su “valor cultural”. En todo caso, la poesía es un elemento –un acontecimiento como diría Alain Badiou, cuando la poesía que reviste esa característica lo es de veras- que no encuentra lugar. Curioso: la poesía que es un encuentro no encuentra lugar. Tal vez sea esa la característica del encuentro: aquello que sobrevive sin lugar, en movimiento. Poesía. La contradicción o la paradoja.


Eduardo, como buen conocedor de la poesía en español ¿crees que existen diferencias importantes entre las idiosincrasias poéticas de cada país? Es decir, hay un modo de “poetizar” mexicano, uruguayo, español.


Sin duda, no basta hablar de lengua para hablar de “lo mismo” poético. Un poema es un acto de habla poético más o menos autoabastecido, más o menos carente, más o menos indigente –sin abusar de palabras que tienen una específica realidad en el mundo social-. Pero poesía es mucha cosa: caminar, clima, situación, acontecimiento, modo, precisión, atardecer. Desolación, prolongación de la desolación. Plenitud, follaje. Todo eso. Historia, también. Memoria escrita. Cuando uno escribe poesía entra en el juego esa condensación de lenguaje donde todo, como una epifanía, se hace presente. O donde todo desaparece como era y aparece como algo diferente. Creo que una de las razones de la diferencia en los planteos de escritura poética está en la aceptación –o no- de la poesía como algo variable, no inmóvil, no perenne en su modo de manifestación. Si uno cree que un bombardeo no cambia el modo de escribir seguirá escribiendo sin ver las ruinas, sentado sobre ellas, sordo al grito y al lamento.



Has comentado alguna vez que la tradición poética de Latinoamérica parte por medio de Rubén más de la tradición francesa que de la española ¿sería un poco como lo que se suele decir del argentino que su letra es en castellano y su música en italiano? Quiero decir ¿este hecho obedece a la mezcolanza y al mestizaje de las sociedades latinoamericanas o más bien se debe a una necesidad de ruptura con la tradición?


Creo que la lectura de las realidades determinan los modos de producción. Si uno cree que vive en un sueño europeo malogrado –un sur de América Latina sin dictaduras, por ejemplo- puede escribir la tristeza de Europa o el horror de América Latina. Pero su referente será ese. Si uno escapa a esa forma de dependencia –que es de lo más difícil de escapar- podrá construir otra cosa distinta. En lo que creo poco es en la negación de la cultura y de la civilización de donde uno proviene porque ya no le sirve como modelo. Creo que hay que construir el lenguaje posible sin ser sordo a los otros lenguajes y sin dejarse, tampoco, obnubilar por ellos. Eso no significa legitimar el falso principio de aceptación de toda realidad que es ese “somos así” que disfraza más una impotencia que un principio de identidad. Uno puede ser monstruosamente así y eso no implica ningún valor.

Si como decía Witgettstein los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje ¿la responsabilidad de un poeta es crear mundo?


El poeta por su escritura crea mundos. No son, ya ahora, mundos completos, coherentes. Una comunidad apartada que sobreviva en otra época histórica podrá crear mundos coherentes, “todos coherentes”, como decía Pound. Ahora, más o menos civilizadamente, más o menos brutalmente, como se vive en Occidente, parece poco probable: la incompletud de la imagen del mundo ha seducido a la conciencia, restándole responsabilidad.

Por otra parte existe cierta labor de compromiso para un poeta que quizá pasa más desapercibida y es el compromiso con determinados valores que tienen que ver con la belleza y la trascendencia. Aunque en estos momentos parece que cuando alguien dice eso, inmediatamente se le tacha de pretencioso o pedante. Es decir, al poeta se le exige que deje de serlo y en cambio por ejemplo si un ejecutivo de una empresa declara que hay que doblar los beneficios cuando el año anterior ha ganado una cifra obscena no sólo resulta normal sino que incluso se considera razonable, ¿cómo contemplas esa inversión de valores?


Belleza es muchas cosas. Hay muchas maneras, como sabían los griegos, de manifestación de eso que ellos nombran Uno. Lo que yo no sé es si en nuestro caso, en esta época, eso lo comprobamos por aceptación de la multiplicidad o por desintegración de la unidad. Nuestra cultura está desintegrada desde hace rato, la cultura judeo-cristiana. Alguien se refería hace poco, en alusión al triunfalismo vaticano por el triunfo de Berlusconi, a la euforia anti-zapatero como una victoria anticipada. Y concluía con algo así: para ellos (para los obispos del Vaticano) todo es posible, para ellos, que lograron “suspender el cristianismo”. Genial. Manuel Rivas.

¿El poeta es extranjero de su lengua?


En este mundo-tal-como-está todos somos un poco extranjeros y algunos lo aceptan más que otros. Es un mundo para extrañar, en la doble acepción de volverse extraño –al mundo y, por lo tanto, a uno mismo- y de sentir nostalgia de él. Soportamos la extrañeza pero no la extranjería. El poeta la acepta. Y acepta también la migración.

Alguna vez has comentado que tú te fuiste a México un poco buscando ese México mítico, ¿crees que la poesía aún resguarda o protege de algún modo esos lugares (o no-lugares) míticos?


Creo que sí. Lo difícil es relacionarse con eso poéticamente hablando. Hay que saber que el mito como discurso no dice nada más que eso, no es un discurso regenerante, está intacto. La poesía no. En ese sentido la poesía no es un lugar: bordea el mito, le da vueltas, pero no a “la cosa mítica”: no hay tal cosa. Hay ruinas. Es al discurso al que lo bordea. Lo impensable para mí es pretender crear “discurso mítico” como quien crea poemas. Es insostenible plantearse al poema con esa función. Sin paso del tiempo el mito no aparece como tal. Los “mitos de hoy” no son mitos porque no hay suficiente tiempo transcurrido. Se trata de idealizaciones, de iconizaciones. Hay una “necesidad del mito” que es más que nada una necesidad de tiempo, de retemporalizar el mundo. Para cuando los poemas de ahora pudieran convertirse en mitos quien sabe si existen todavía mundo y humanidad. El poema cuenta con lo que hay y con lo que no hay ahora, no con el haber o el no haber eternos. Los poemas no saben nada de eso.

A veces tengo la sensación, no sé si equivocada, que en nuestra época, y aquí me refiero a los últimos dos siglos, muchos viven muy bien de lo que los poetas sobreviven. Quiero decir con esa frase quizás poco afortunada, que los logros o (llamémosle así) los ensanchamientos lingüísticos del poeta son asimilados, por ejemplo, por el escritor de best-sellers, el publicista o el político que al final los hace suyos por razones que generalmente tienen que ver más con el lucro o con el poder. ¿crees que esto es así? Y me refiero únicamente aquí a logros lingüísticos, a ensanchamiento de las posibilidades del lenguaje.


El ejemplo de la publicidad es el más elocuente. El espectáculo también vive de un concepto de “poesía”. Es la estetización de la vida y del mundo. Pero tampoco hay que “sacralizar” la poesía: la poesía es secularización aun antes de haberla sido. Se diría que en el mismo instante en que el rezo o la oración oficiaban ya se perfilaba el poema como una cosa distinta.

Te he leído alguna vez el concepto de la poesía como mediación, del poeta como mediador, pero ¿cómo se articularía esta mediación?


El poeta es un mediador como el político es un mediador. Están equilibrando mundos. Algún equilibrio hay que mantener. El equilibrio entre la palabra y el silencio es difícil. El equilibrio entre la pobreza y la contención. Más difícil aún: el equilibrio entre la riqueza y la no-explotación. En estas dos formas del equilibrio pocos creen ya. De ahí, corrupción mediante, la desconfianza de la gente en la política como mediación, a la que confunde, para acabar de arruinarlo todo, con la “clase política”. La realidad mediática es la gran enemiga de las mediaciones reales, por si queda alguna duda.



Para finalizar Eduardo ¿Qué es para ti lo contrario de la poesía?



La humillación, el sometimiento, la naturaleza agredida, el capital impuesto como esclavitud y vergüenza salvífica son algunos de los grandes enemigos de la poesía.





© Miguel Angel Gara.



REOJOS

ANTONIO COLINAS

Foto: © Susana Alonso e Inés Marful

Antonio Colinas es uno de los poetas españoles que posee una poesía y una trayectoria más vigorosas. Como traductor está reconocido internacionalmente, entre otros, con el Premio Nacional de Traducción del ministerio de asuntos exteriores de Italia por su edición de la obra completa de Salvatore Quasimodo. Como poeta ha publicado, entre otros muchos, los libros: Poemas de la tierra y de la sangre, Preludios a una noche total, Truenos y flautas en un templo, Sepulcro en Tarquinia, (Premio Nacional de la crítica 1975), Astrolabio, En lo oscuro, Noche más allá de la noche, Poesía, 1967-1981, (Premio Nacional de literatura 1982), El río de sombra, Libro de la mansedumbre o Tiempo y abismo.
Recientemente la editorial Siruela ha publicado su libro de ensayos y entrevistas El sentido primero de la palabra poética.





ENTREVISTA


Antonio, acabas de reeditar con Siruela tu libro publicado en 1989, El sentido primero de la palabra poética. ¿Cuál es ese sentido?


Es la palabra poética de los orígenes, un sentido que tiene poco que ver con el concepto que tenemos ahora de la poesía. Parece que la poesía es simplemente una fotografía a veces en blanco y negro de la realidad, un mero testimonio visual. Por el contrario en este libro la poesía es un camino muy unido a la vida. Es una idea por otra parte muy mía, la de que poesía y vida, creación poética y experiencia vital, son procesos que van muy entrañablemente fundidos. Por eso la vida cuenta mucho en este libro y en los aspectos poéticos y en los poetas que estudio. Con alguno de ellos la vida también aflora en los encuentros que tuvimos, con personas que yo he reconocido como mis maestros, como Vicente Aleixandre o María Zambrano o como también Ezra Pound, al que conocí en Venecia. De hecho el libro se cierra con tres largas entrevistas con Eugenio Montale, con Neruda y con María Zambrano. Precisamente ellos nos ofrecen tres visiones muy diferentes del fenómeno poético: una visión puramente literaria la de Montale, otra más con sentido de compromiso en Neruda y ya María Zambrano que, aunque no era poeta, había reflexionado mucho sobre la poesía y tenía una visión digamos trascendente de la palabra poética.


Después de tantos años en la poesía, tantos libros ¿tienes una definición para lo que es poesía? ¿Habría una definición posible?


En este libro se habla de la poesía de una manera fundamentada y extensa pero a mí últimamente me gusta decir que ser poeta es una manera de ser y de estar en el mundo. Ello no quiere decir que el poeta no sea un ser como los demás, sino que deja con su palabra un mensaje a contracorriente. La poesía tiene que ser obligadamente lenguaje nuevo. La palabra no de hoy, sino también la de ayer, la de mañana, y en definitiva, eso conlleva un modo de ser, un modo de estar en el mundo.



Quería preguntarte por qué llamaste a tu antología en Visor El río de sombra, tienes un poema que se llama así en Astrolabio.


Bueno, el río de sombra no es otro que el río de la vida. Lo que sucede en este título es que hay una simbología también. El río es una figura muy unida a mi infancia. Yo soy de León, de una zona de ríos y siempre el río está ahí en la memoria, pero ese río no es otro que el río del vida. ¿Y por qué de sombra? Porque la sombra es el reverso de la luz. En la vida todo es dualidad, y tal vez la dualidad más radical es la de la luz y la sombra. Entonces este río es un poco el río manriqueño.

Muchas veces, desgraciadamente la calidad de un libro se juzga por su fama, o incluso por los premios que haya podido ganar. Por ejemplo en ese aspecto creo que tu libro más valorado es Sepulcro en Tarquinia. A mí por ejemplo me gustan más otros tuyos.


A mí también. Noche más allá de la noche, por ejemplo.

Estoy de acuerdo. O la trilogía, no sé si se puede llamar trilogía, de Los silencios de fuego, Libro de la mansedumbre y Tiempo y abismo ¿hasta qué punto este tipo de premios o reconocimientos pueden llegar a nublar otras obras de las que uno está más satisfecho, o que han sido más acertadas poéticamente?


Yo creo que un premio puede servir para mucho o para nada. Un premio sobre todo cuando lo recibe un joven autor puede ser un estímulo, ayuda a seguir escribiendo, es una ayuda. Pero claro, por otro lado también los premios pueden no tener ninguna relevancia. Y no me refiero sólo a esos premios que se dan un poco a dedo, sino que hay premios que no aportan nada a la obra. Lo primero es la obra. Y en todo caso los premios tienen más sentido en esos años en que se comienza.

En cualquier caso algunos premios que se dan a edades más maduras, quiero decir después de una obra o de una vida, también tienen otro tipo de connotación.


Es verdad que hay premios que hacen una ilusión especial. Hace poco por ejemplo a mí me dieron uno en Italia: el Premio nacional de traducción y es el primero que recibo en ese aspecto. De repente te das cuenta que te han premiado esa labor en la trastienda que es la labor de traductor.

Eso es muy importante también valorarlo, ¿por qué libro fue?


Por la traducción de la poesía completa de Salvatore Quasimodo. Es un premio que llegó inesperadamente y, bueno, se acepta por supuesto con mucho gusto.

Últimamente está muy en boga el tema audiovisual y toda esa reflexión. Entroncando un poco con el espíritu de tu libro El sentido primero de la palabra poética ¿qué piensas en ese sentido, crees que lo audiovisual puede llegar a desbancar a la palabra escrita?


Creo que no, creo que de lo audiovisual debemos tomar lo positivo. Yo por ejemplo llegué muy tarde al ordenador pero me arrepiento mucho de no haberlo tenido antes. Hay un lado muy útil en todos estos artilugios. Y por supuesto Internet, es un medio que bien entendido es muy positivo. Por otro lado creo que el libro no va a terminar. El placer de abrirlo, de llevarlo entre las manos, a veces incluso de olerlo, pues es un placer que no nos van a quitar nunca.

Yo creo que quizá la poesía es de los pocos géneros literarios que no se van a resentir por las nuevas tecnologías, quiero decir que un poema se puede leer en el ordenador, desde luego, mejor que una novela.


Sí, además es muy útil la pantalla para tener una visión general del poema. Yo por ejemplo escribo a mano pero necesito después verlo, y la pantalla me permite verlo con una sensación más acabada.
Luego, la poesía como género tiene los lectores que se merece, quiero decir que es un genero esencial, y también estos medios como Internet le permiten una mayor difusión.

¿Tienes la sensación de que en alguno de tus libros, o en tus futuros libros, te acercaste o te puedes llegar a acercar a ese límite ideal de la poesía? aunque a lo largo de su vida, cada uno tiene un determinado concepto de la poesía, pero lo digo porque creo que tú eres un poeta muy puro que has buscado siempre esa esencialidad.


Te remitiría al próximo libro que voy a publicar que por fin llevará un título que será Desiertos de la luz, y digo por fin porque he tenido el libro pero no he tenido el título, he estado cambiando, y precisamente cuando lo he terminado pensaba en esta sensación que me has comunicado tú, de que, bueno, me suele pasar al terminar cada libro de poemas, pero en éste de una manera más acusada, de que si merecía la pena seguir escribiendo o acaso lo has dicho ya todo. Es un libro que tiene dos partes: Cuaderno de la vida y Cuaderno de la luz, y en esta segunda parte creo que hay poemas con los que verdaderamente me siento muy satisfecho.

En los últimos tiempos, quizás, 10, 15 años, no sé exactamente cuándo empieza, te has interesado por la poesía oriental, árabe, los sufíes…


La poesía y también el pensamiento.

Sí, sí, también el pensamiento.


Publiqué hace poco un libro también en Siruela que se llama La simiente enterrada. Un viaje a China. No sé si lo conoces.

Lo conozco pero no lo he leído ¿Es un libro de viajes y también es un libro de reflexiones, no?


Sí, pero además es un libro de aforismos. Siempre me ha interesado mucho el pensamiento primitivo oriental, sobre todo, y me siento muy identificado con esa visión de la realidad. La presencia de la naturaleza que hay en toda esa poesía, que creo que es uno de los temas centrales de mi obra. También el diálogo con todo ese mundo de los orígenes, de las raíces, de mi tierra de León y de lo que podríamos llamar el mundo mediterráneo o el espíritu mediterráneo. Y luego los grandes temas de siempre, un poco los que están en la tradición, como la naturaleza, el tiempo, el más allá, la muerte... Sobre todo en Tiempo y abismo, creo que está un poco todo eso. Es un libro que parte de la idea de la muerte pero que busca la plenitud y yo creo que eso es lo que he perseguido y persigo con la poesía, la búsqueda de esa plenitud. Uno escribe, a fin de cuentas para sanarse también y sanando pues nos salvamos un poco.

Te digo esto también porque siempre me pareció curioso, aunque pensándolo bien no lo es tanto, que tú, que en tus comienzos eras un poeta holderniniano, romántico, derivaras hacia el orientalismo. Porque a veces se mira el romanticismo con su acción, como contrario a la contemplación que sugiere la poesía oriental.


Precisamente en este libro último, El sentido primero de la palabra poética, el primer ensayo habla un poco de esa corriente en el tiempo, de esa cadena iniciática, que parte de los orígenes y llega hasta nuestros días. Es decir hay una tradición que María Zambrano no llamaba iniciada y ahí los conocimientos y la forma de ver la realidad y las poéticas se confunden, y hay un misticismo también universalista que tiene mucho que ver con todo esto.

¿En qué difieren las dos ediciones?


Yo la considero ésta una edición nueva porque se ha duplicado en extensión, he completado la parte teórica con algunos ensayos, algunos de ellos que considero importantes. Por ejemplo un ensayo sobre el infinito en Leopardi, otro sobre la poética de Miguel Torga. Ha sido un poco reeditarlo para completar esta visión que yo tenía de la poesía.

Hay quien ha aventurado (por ejemplo Alejo Carpentier en Los pasos perdidos, creo recordar) que el principio de la palabra poética e incluso de la literaria en general, es la música. Concretamente los sonidos o los signos sonoros que los primeros hombres hacían en la muerte de un familiar o un miembro de la tribu.


Sí, estoy de acuerdo. Algo que apunto en estos ensayos, es que creo que la poesía no es estrictamente un género literario sino que es imposible concebirla sin relacionarla con otras formas del arte, con la música, o con la pintura o con el arte en general. Ese carácter interdisciplinar que tiene la poesía para mí, por eso, en concreto la música es tan importante porque la música del poema, del verso, el ritmo, es la condición ineludible. Es decir podemos quitarle métrica, rima, imágenes, pero no podemos quitarle el ritmo, es lo que diferencia al verso de la prosa. Por eso la relación tan estrecha entre música y poesía.

En ese sentido ¿Estás de acuerdo con lo que ha dicho recientemente Gamoneda que la poesía no es literatura?


Comprendo lo que él ha querido decir. Se ha referido a que la poesía es algo más que literatura. Es decir, hay personas que la ven muy rígidamente como un género literario más o la ven como algo al margen de la vida y ya te digo que para mí poesía y vida van fundidas, y entonces desde el momento que va unida a la vida, la poesía es algo más que literatura. Tiene que ver incluso con la psicología, la poesía sirve también para conocernos.

Se ha dicho que el poeta bebe del río de la muerte y del olvido pero antes bebe del río de la memoria ¿crees que la poesía guarda algo de esos recuerdos primordiales, es decir, de ese sentido primero con el que titulas el libro?


Sí. Para mí ese sentido primero de la palabra poética es ese sentido de la memoria. Pesa mucho la memoria, sobre todo de la infancia, de la adolescencia, que es ese momento en que el poeta lleva a cabo las primeras contemplaciones. Este es un símbolo, una idea que también desarrollo en uno de los ensayos, en el de Leopardi. Esta contemplación que como decía Fray Luis es templarse con, es decir ponerse en sintonía con la realidad, y ahí es donde pesa mucho la memoria. Es como una especie de fuente que no deja de manar.

¿Hay en el libro algún ensayo donde toques el tema de lo ético en el poeta?


Hay un ensayo que es casi una especie de manifiesto que titulo “El compromiso del escritor con su soledad”, es un texto que considero casi provocador porque en estos tiempos en que todo es imagen y todo es mundo exterior, hay, creo, una visión de carácter ético, sobre el escritor, y en la medida en que poesía y vida van fundidas implica también un cierto tipo de ética o de comportamiento. Al margen de cualquier tono moralista es algo que atañe a la conciencia, la labor del creador es algo desde luego que atañe a su conciencia también.

La primera edición del libro estaría hecha sobre textos escritos en una misma época, ¿has redactado los textos ex profeso para esta segunda edición o los has ido haciendo a lo largo de todos estos años?


Bueno, he trabajado en ella desde que supe que lo iba a reeditar y en alguno de los textos la base era un poco conferencias, por ejemplo, el ensayo sobre Leopardi era una conferencia que había dado en Italia, en la universidad de Pavía, y estos son un poco los textos básicos, pero otros los he escrito y en algún caso rehecho, como el de Rilke y el de Pasternak. Hay cosas que se apuntan también de carácter ético tanto en el ensayo sobre Pasternak como en el ensayo sobre Neruda y es lo que pasa cuando la historia se cruza con la vida del poeta y normalmente el resultado no suele ser bueno.

¿Piensas que el poeta debe implicarse poéticamente en este tipo de reivindicaciones, en este tipo de realidades?


Yo creo que el poeta debe vivir y escribir con naturalidad, entonces todo lo que salga que sea natural y auténtico pues me parece positivo. Cuando el poeta se cruza con la ideología o el compromiso o la Historia, las soluciones son varias, puede ser un poeta como Pasternak, aislado, en fin marginado, o la poesía puede ser, como en Neruda, algo más testimonial. Hay un camino quizás intermedio que es el que nos ofrece un poeta como Octavio Paz, que es un poeta muy de nuestro tiempo que testimonió también. Lo que pasa es que a veces no es necesario usar la poesía para esto. Ezra Pound tenía una frase que es “nunca digas en un mal poema lo que puedes decir en un ensayo o en un artículo excelente”.

Bueno, aunque ya sabes que Ezra Pound en ese sentido no es un referente demasiado válido


Sí, sí , es verdad.

¿Cómo estaba cuando le viste en Italia? ¿Estaba en el manicomio?


Ya había salido. Estuvo trece o catorce años en el manicomio criminal donde lo metieron para evitarle la pena de muerte por esas emisiones radiofónicas antiamericanas.

¿Pero había perdido la cordura cuándo lo viste?


Bueno, yo creo que no estaba loco. El hecho de que lo metieran en el manicomio yo creo que fue un castigo. Lo que pasa es que él cuando salió del manicomio y llegó a Génova en el barco y estaban todos los periodistas a recibirle, sólo dijo una frase. Dijo “Tiempo de hablar, tiempo de callar” Entonces no habló ya nunca más. De hecho en nuestro encuentro me dijo cuatro frases y nada más. Días antes había cumplido 80 años y estuvo en un programa en la RAI en el que tampoco dijo nada. Lo sacaron paseando y poco más. Era un personaje de lenguaje muy radical. Se ve en el libro que tiene él, que es su poética: “El arte de la poesía”, donde se muestra muy radical. Establece una lista de lecturas. Dice por ejemplo “De este autor sólo algunos versos”, o “de Dante las rimas pero no La divina comedia” o “De los trágicos griegos ninguno, todos son retóricos” O sea que tenía un curioso rigor para lo literario. Por otra parte él ayudó mucho a escritores de su tiempo. Gracias a él se publicó el Ulises de Joyce y ayudó mucho a Hemingway.

Sí, Hemingway lo describe como una grandísima persona en su París era una fiesta.


Sí, ayudó mucho a toda esa generación. Luego también Elliot le dejó el manuscrito de La tierra baldía y Pound se lo redujo a la mitad. El libro que hoy conocemos de La tierra baldía es la mitad del texto original.

Ahora hay muchas poéticas distintas que parece que se yuxtaponen en el tiempo, desde un Carlos Edmundo de Ory o un Álvarez Ortega hasta los más jóvenes.


Me alegra que me cites a Manolo Alvárez Ortega porque es una persona que admiro mucho.

Yo también lo admiro. Aparte de su poesía, como persona me parece que se ha mantenido fiel a unas ideas.


Yo lo traté mucho en mis años madrileños. Teníamos en el Gijón la tertulia de los poetas con Gerardo Diego y fue uno de los que escindió la tertulia. El y Umbral. En principio íbamos a la tertulia de Gerardo Diego y luego con Manolo, que disentía mucho de lo que allí se decía, y a Umbral nos fuimos yendo hacia otra mesa, con otros poetas como Barnatán o Ignacio Gómez de Liaño. Jaime Siles también se vino más tarde.

Creo que él nunca estuvo de acuerdo con la estética de Cántico y todo eso, aunque sea una estética tan reseñable por otra parte.


Sí, yo ahí no le doy la razón porque creo que son dos direcciones distintas. La estética de Cántico y el lenguaje de Álvarez Ortega son dos mundos. Por cierto que hay también en el libro un ensayo que se titula “Nostalgia y evocación del Sur y sus poetas” y ahí cito a Manolo y a los poetas de Cántico.

Has tocado en alguno de los ensayos un poco la evolución futura de la poesía?, o sea ¿qué nos puede esperar en el futuro?


Creo que sí, a lo largo del libro, valorando la poesía del presente creo que también valoro la poesía del futuro, hacia dónde puede ir. Creo que puede ser un libro ideal para una persona que empieza, qué lecturas hay, qué lecturas se pueden hacer, no son ensayos analíticos en los que se desmonten o analicen los libros, sino que creo que tienen un afán de sintonía con el autor.

¿En el libro florece la idea de que en poesía la vanguardia es la tradición?


Bueno, hay una tradición que yo llamó fértil. Es decir la tradición no vista como lo polvoriento, lo caduco, sino como un ideal en el tiempo, y en ese sentido está ese canon de la tradición fértil. En el ensayo sobre Pessoa creo que toco el afán rupturista de Alvaro Caeiro.

¿Cuál es el heterónimo que más te interesa de Pessoa?


Caeiro, Caeiro. Me parece un libro maravilloso. Además dice que lo escribió a los 15 años, de pie y de un tirón.

Sí, sobre una mesa alta o algo así.


Sí, sí, parece además escrito por Lao Tse, por un sabio oriental de 80 años.


¿Has pensado abordar la poesía de oriente como ensayista?


Sí, bueno está el que te comenté del viaje a China. Un poco intenté que además del viaje exterior hubiera un viaje interior y hay una historia que se cuenta sobre una música y un pequeño buda en un mercadillo y eso va creando una pequeña historia que tiene su desenlace.


También me refería al oriente próximo, tú conoces bien la poesía de oriente medio. Los sufíes, los persas.



Sí, y también los poetas un poco de ahora Adonis o Darwish. Ahora se acaba de publicar una antología de Darwish muy bien hecha.


Yo hace poco he descubierto también otro poeta de por allí, hebreo, quiero decir, traducido por Jenaro Talens (aunque lo hace del inglés, la verdad) que me ha parecido muy interesante. Natan Zack, creo que se llama. ¿Lo conoces?



Sí, sí, es un poco la misma historia. La poesía de oriente medio, tanto la judía como la árabe. Ahora en mi próximo libro también toco este mundo, porque de repente me quedé bloqueado a la mitad y no podía seguir y en el plazo de un mes fui dos veces a Israel y eso me desencadenó la segunda parte del libro. No es que vaya sobre Israel pero ya verás, bueno, fue un desencadenante.


Una pregunta Antonio que hacemos en Pata de gallo a todos los poetas entrevistados. ¿Qué es para ti lo contrario de la poesía?



Para mí lo contrario de la poesía sería la ausencia de la plenitud, en la medida en que a través de la poesía buscamos la plenitud.


Para finalizar Antonio, el poemario nuevo que vas a sacar no tiene que ver con los libros inmediatamente anteriores ¿no?



Sí. En ese sentido yo creo que es un libro de renacimiento, un poco de obtención de esa plenitud que también buscamos a través de la palabra poética. En cierta medida está algo en sintonía con el anterior, pero yo creo que tiene otra vuelta de tuerca, es un libro que se va a diferenciar.


¿Esta reedición del Sentido primero de la palabra poética puede ser un poco como el final de ese ciclo?



Sí, como el final del teorizar. Creo que me será difícil ahora volver a estos temas de teoría, aunque ya digo, más que de teoría habría que hablar de sintonía. De una aproximación a los autores y a la poesía desde la vida.



© Antonio Colinas, Miguel Angel Gara.